martes, 8 de octubre de 2019

La avaricia

La avaricia es sinónimo del mal,
corruptora del triste ser humano,
el mismo que hoy te trata como hermano
te negará mañana pan y sal.
El mísero no entiende de moral
a cualquier desdichado cobra fianza
y con ello se llena bien la panza
esperando alcanzar después riqueza
a costa de llevar a la pobreza
al que busca en la suerte su bonanza.

Y mientras, la vileza encuentra alianza
con sibilino y despreciable engaño,
sin rubor causará miseria y daño
al vender humo en forma de esperanza.
Mientras otorga su total confianza
mostrará donosura en sus modales
embaucándole todos los caudales
al que quiera en su afán enriquecerse,
aunque para ello tenga que perderse
con cuestionables formas ilegales.

Aquellos que obtuvieron los avales
para poder así salir de pobres
ocultan beneficios entre sobres
con maniobras corruptas e ilegales.
El dinero a la postre hará rivales
entre el socio, el hermano o el amigo,
al culto, al rey, al rico y al mendigo,
como al súbdito, al noble o al plebeyo,
lo feo puede convertirlo en bello,
e incluso al injurioso hará testigo.

Los humanos son simples enemigos
de este planeta azul, mientras lo afean,
para alcanzar aquello que desean
maltratándole dejan sus castigos.
Mirando satisfechos sus ombligos
tan solo pueden ver que la decencia
será la sombra ajena a su conciencia
mientras no les afecte a sus bolsillos,
entre tanto los míseros caudillos
otorgan gracia, indulto y providencia.

La justicia con una gran frecuencia
ampara como siempre al que más tiene
y aunque por sinvergüenza le condene
al final se le da soez clemencia.
Tan solo cuando prima la indulgencia
se mirará al que tiene en la cartera
la causa de la prueba más certera,
haciendo que el ladrón de guante blanco
se lleve aquello que ha robado al banco
y a otros los arrojan a la acera.

El que al buscar el bienestar quisiera
obtener sustanciosa y gran fortuna
aunque tuviera que pasar hambruna
sin dudarlo ese iluso siempre espera.
La codicia es truhan y es altanera,
puede albergar en nuestra subconsciencia
la envidia, la mentira, la demencia,
la usura, la traición y egolatría,
la razón simplemente perdería
con tal malévola y dañina influencia.

Quien con fe pide que le den clemencia
y usa para ello el rezo cada día,
en su profunda convicción diría
que el orar con fervor da la indulgencia.
¿Entonces, puede ser que en penitencia
algún ser le perdone los pecados
y el resto quedarán desamparados
a merced de lo humano o lo divino?,
por ello solo aceptarán su sino
aquellos que no estén desheredados.

A veces cuando vemos desalmados
que expolian todo aquello que es ajeno
entre nuestro interior sucio y obsceno
permanecen los ojos bien cerrados.
Proyectos que quedaron mal parados
por el ego y las vanas pretensiones
buscarán en los hombres las acciones
dignas de los sudores de sus frentes,
callados quedarán e indiferentes
ocultando sus miedos y ambiciones.

Al buscar cosechar nuestras acciones
si crecen rodeadas de basura
se verá en la simiente que perdura
la podredumbre en tantas perversiones.
Con tañidos, inciensos y oraciones,
mientras que las campanas suenen mudas
las almas nobles quedarán desnudas
entre la mísera y voraz codicia,
pues quedando amparada en la malicia
permanece la sombra de algún judas.

Para que no nos quede ya más duda
ni parecieran meras aversiones
lo que tan solo son divagaciones
puede ser pura reflexión desnuda.
Pues la verdad aunque sonara cruda
tocando muchas veces la moral
al tener que ahondar en lo esencial
nos pudiera enseñar nuestra miseria,
por ello al indagar en la materia
tendremos que cuidarnos de este mal.

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